sábado, 30 de diciembre de 2006

Como un explorador.



A través de los ojos de las personas que uno quiere se puede ver todo, o casi todo. Y como si uno no tuviera suficiente con sus tristezas, se enrieda entre los del otro e intenta descifrar la manera de alivianar la tristeza ajena.

Ver dolor en una mirada es muy fuerte, muy profundo. Las miradas contagian, generan, muestran y evidencian. Hoy que cuando me hundo en mí veo muchas miradas tristes, miradas en las que se nota el dolor que sienten sus dueños, y no sé como ayudar. Confío en el maestro Joaquín: lo bueno de los años es que curan heridas. Y también en otra persona que dice: los años pasan pero la memoria no.

Justicia por los 194 chicos que se fueron, por los que quedan acá en el mundo con el dolor y el peso de esa noche, por las familias y los amigos de todos ellos...

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[...]

" Sentía que me importaba mucho más el tema de la mentira en sí misma.
Había estado pensando toda la semana sobre el tema, redescubriendo mi propia tendencia a mentir, recordando mentiras mías y de otros; y siempre volvía a chequear el concepto que Jorge había sembrado y crecía con fuerza:

SI HAY UN PROBLEMA EN LA MENTIRA, LO TIENE EL MENTIROSO.

Me trabé un poco con las mentiras "piadosas".
Al principio, parecián pertenecer a otra categoría.
Parecía que allí no había un juzgamiento y autocondena.
Ni siquiera un intento de evadir responsabilidades.
Sin embargo, hilando fino, SI había un precio que yo no quería pagar cuando mentía para cuidar al otro. Yo no quería enfrentarme con su dolor, o con su impotencia o con su enojo.
Y como si esto fuera poco, me daba cuenta de que en muchas de estas mentiras piadosas, lo que pasaba era que me ponía en el lugar del otro (me identificaba con la víctima diría mi terapeuta). Y entonces, transitaba pensamientos alineados bajo el título de "Si esta fuera mi realidad, yo preferiría no saberla" Y desde este lugar, me sentía con derecho a decidir por el otro que no se enterara.
Dicho así, me daba cuenta de que la mentira era mucho más una manipulación macabra que un acto de piedad.
¡Qué horror!
Otra vez una mentira que no es para el otro. Que es para mí. ¿Con quién es la piedad? ¡Conmigo!
Casi todas las mentiras son piadosas, sólo que piadosas con uno mismo, piadosas con el que miente...
- Piadosas para con uno mismo - le conté.
- Qué bueno, Demián. Nunca lo había pensado así. Me parece una idea poderosa - premió el gordo-. Las mentiras "piadosas" siempre son sospechosas y abren interrogantes, a veces complicados desde el punto de vista moral y filosófico. Uno de los planteos éticos más trascendentes que conozco es el dilema socrático del hombre y el esclavo.
La última vez que llegó a mí, lo mencionó Lea en un grupo de parejas que coordinábamos juntos. Cuando la escuché, resonó dentro de mí y recordé vagamente haber leído alguna vez la historia, restándole importancia. Sin embargo, al ver la discusión planteada entre quienes escuchaban y asistir a mis propios procesos interiores, me di cuenta de que tenía una cosa más que agradecerle a Lea aparte de su amistad...
El relato es bien simple:

Voy paseando por un camino solitario,
disfruto del aire, del sol, de los pájaros
y del placer de que mis pies me lleven
por donde ellos quieran.
A un costado del camino,
encuentro un esclavo durmiendo.
Me acerco y descubro que está soñando,
de sus palabras y sus gestos adivino...
sé lo que sueña:
El esclavo está soñando que es libre.
La expresión de su cara refleja paz y serenidad.
Me pregunto...
¿Debo despertarlo y mostrarle que sólo es un sueño,
y que sepa que sigue siendo un esclavo?
¿O debo dejarlo dormir todo el tiempo que pueda,
disfrutando aunque sea en sueños,
de su realidad fantaseada?

- ¿Cuál es la respuesta correcta?... - agregó Jorge.
Me encongí de hombros.
- No hay respuesta correcta - siguió Jorge -. Cada uno debe encontrar la propia respuesta, y no hay lugar afuera donde buscarla.
- Yo creo que me quedaría paralizado frente al esclavo, sin saber qué hacer - dije.
- Voy a darte una ayudita, que por lo menos en algún caso te puede servir, mientras estás paralizado, acercáte al esclavo y mirálo. Si el esclavo soy yo, no lo dudes:

DESPERTAME!!!"


[ recuerdos para demián - jorge bucay ]

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Más allá del horizonte,
la luz de tus ojos brilla.
Camino hacia adelante,
pero no alcanzo a tocarte.

El horizonte es muy lejos,
y espero nunca llegar.
Tus ojos me iluminan,
me muestran lo que es amar.

Espero que nunca se apaguen,
y que nunca llegué hasta allá,
porque el día que te alcance,
tu magia se acabará.

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Frase sabia del día:

" Mi valor es tenerte a tí, porque eso me da valor para darme cuenta cuánto valgo "

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